He sentido muchas veces que te marchabas de mi lado. Me harté de soñar cada noche con lo mismo... Es maldita sensación de ahogo que ocupaba mi cuerpo, ese tembleque incansable de piernas que hacía que me volviera loca en cuestión de segundos. He rezado muchas veces que esto no ocurriera, que todo cambiara, que por favor, no se volviera a repetir esa sensación. Necesitaba gritarlo, y necesitaba ser respondida. Mi cuerpo, muchas veces flaqueaba y no quería seguir sufriendo por todo lo que estaba viviendo. Quería escapar, pero, hubiera sido muy cobarde por mi parte. Crees que te hubiera dejado sola? Nunca, ya lo sabes. Eso nunca lo hubiera hecho. Ya teníamos bastante con habernos quedado solas hace mucho tiempo, que nadie se girara para ayudarnos. En ese momento, solo nos teníamos la una a la otra y por supuesto, yo no te iba a dejar, aunque no entendiera tus motivos para escaparte de todo aquello que te estaba atormentando.
En esos momentos, cuando estaba en mi cuarto mirando al techo, repasando todo lo que estaba viviendo, sentía como que yo no existía, tenia vida si, pero me limitaba a vivir lo necesario. No tenia ganas de nada, simplemente me refugiaba en los brazos de quien me quería sin saber si yo sabía querer. Solo dependía de esa búsqueda de cariño que tanto tu como yo siempre hemos necesitado. Me limitaba a ir descomponiendo en partes pequeñas mi vida, ya que nada me hacía feliz, y nada me llenaba. No me sentía capacitada para nada y prefería seguir escondida. Hasta que un día, el cuerpo me dijo basta. Ya no podía con la mochila cargada de piedras que llevaba encima y decidí dejarla caer. Me daba igual el precio. Era yo o nada. Necesitaba salir de aquel agujero, que muchas veces cuando vuelvo a entrar, me vienen los recuerdos de todas esas veces en las que juntas nos dormimos hablando de todo lo malo que tiene esta vida, pero nunca nos dormimos pensando en todo lo bueno.
El día que decidí dejar caer mi peso encima de la balanza, fue el día en que todo mi mundo se aclaró. Dejé todo lo que pensaba encima de la mesa y tu me supiste entender. Lo tiraste todo por la ventana y decidiste seguir el camino conmigo. Ese fue unos de los días mas felices para mi, porque por fin supiste poner límites, porque por fin priorizaste y porque por fin me demostraste que eres capaz de todo por lo que quieres.
A partir de ese día, me siento mejor. Mi mochila vuelve a tener algunas piedras, pero al menos mi cuerpo tolera el peso y mi cabeza entiende que estas piedras las tendré que llevar algún tiempo mas, ya que me ayudan a recordar muchas cosas por las que no tengo que volver a pasar.
Un día me dijiste que somos como almas gemelas, que todo lo que tu viviste, lo estoy pasando yo en cierta manera y es muy probable, si tu te alejas yo muero.
*Nuna.
No hay comentarios:
Publicar un comentario