lunes, 17 de julio de 2017

Mirando al cielo

Hace unos cuantos años, un trocito de mi vida se marchó para siempre. Me dolió tanto que mi mirada no cambió hasta dentro de muchos meses. Ese día no podía hablar mucho. Me costaba horrores entender lo que había pasado y eso que con 20 años no era difícil, pero mi cabeza se negaba a aceptar los cambios. Cuando me despedí de ella le prometí ser feliz pero a cambio le pedí que no me abandonara, ni a mí ni a mi familia. Ella se reencontró con el amor de su vida y yo seguí buscando mi camino y protegiendo lo que más quería.

Al ver mi mirada triste, deshecha y que no miraba hacia ningún lugar en concreto, me dijeron que me leyera un libro. Un libro que tardé mucho tiempo en leer aunque en realidad me lo debería haber leído en el colegio, nunca lo hice. Debería haberlo hecho, vaya que si debería.
Un día decidí comprármelo, por casualidades de la vida o por el mismo destino, lo vi delante mío sin ni siquiera darme cuenta. Lo cogí, lo hojee un poco y decidí comprarlo. Me lo leí en muy pocos días. Intenté captar la esencia de todas las palabras y en sentido de todos los parágrafos. No me pude desenganchar hasta leer la última frase. Y por fin, encontré tranquilidad. Pude despedirme bien de ella. Pude entender que nunca desaparecería, que desde donde estuviera, la vería brillar como una estrella más.


“Me pregunto si las estrellas se iluminan con el fin de que algún día, cada uno pueda encontrar la suya.

El Principito